lunes, 24 de agosto de 2015

COMENTARIOS CRÍTICOS AL DOCUMENTO “PROPUESTAS PARA FORTALECER AL PRD”


Por: Rafael Hernández Estrada

15/agosto/2015

 

En el más reciente pleno del Consejo Nacional del PRD, realizado los días 7 y 8 de agosto de 2015, la mayoría de los consejeros nacionales aprobó el documento “Propuestas para fortalecer al PRD”. En el marco de la discusión del mismo, el presidente nacional del PRD puso a disposición su cargo. Sin dejar de reconocer esta actitud, que ha cimbrado al partido, van aquí algunos comentarios críticos, de mi estricta responsabilidad personal, al documento aprobado.

Primer comentario. El Pacto por México

El documento parte de afirmar que la inconformidad ciudadana contra el sistema político se expresó en las recientes elecciones, doliéndose de que, en lugar de capitalizar dicha inconformidad, el PRD fue su víctima, al quedar identificado como parte del mismo. Esta posición, contenida en los primeros párrafos del documento que se comenta, se fundamenta en el juicio que se expresa en los párrafos subsiguientes, cuando se afirma que la participación del PRD en el Pacto por México “generó confusión en el electorado de izquierda” lo que, junto con “prácticas y lastres de la vida interna” nos identificó, dice el documento, “como si fuéramos lo mismo que los otros partidos defensores de este podrido estado de cosas”.

Hasta el momento de aprobar este documento, el discurso de la mayoría del PRD y de Nueva Izquierda respecto del Pacto por México era el de defender sus suscripción y reclamar su cumplimiento a los otros actores del mencionado mecanismo. De hecho, en su momento se denunció que el gobierno priista y el PAN se apartaron del contenido del Pacto al consumar de la reforma energética privatizadora, lo que originó su ruptura.

En contraposición con este discurso, el documento aprobado, da un serio revés a las ideas sobre el papel y las responsabilidades de una izquierda moderna, reformadora.

Segundo comentario. La división de la izquierda

El documento que se comenta se duele de que, a causa de la división de la izquierda, el PRI haya obtenido la mayoría de los cargos de elección popular, señalando que tal división constituye “uno de los elementos de la crisis política del campo democrático y progresista”. A continuación, dado que se prevé que el fenómeno de la protesta social se profundizará en 2018, se dictamina que “el PRD debe formar parte de la exigencia de un cambio verdadero” del país, retomando sin recato una formulación de la declaración de principios y de los estatutos de Morena.

No se aporta en el documento crítica alguna a los demás actores políticos acerca de esta división de la izquierda, como por cierto sí lo hizo el presidente nacional, Carlos Navarrete, en su discurso inaugural ante el pleno: la responsabilidad de AMLO al crear Morena para escindir al PRD, los perredistas que fueron candidatos de otros partidos, así como el discurso de campaña furibundamente antiperredista con el que se identificaron y que se concentró en el señalamiento de traición por la firma del Pacto por México.

El documento en cuestión y los consejeros nacionales que lo aprobaron asumieron la división de la izquierda como un error propio del PRD, error que éste debe corregir. Para ello se postula como una primera medida el “ser un partido de firme oposición”, de contraste nítido y contundente con el oficialismo priísta. Al parecer, aunque no se diga explícitamente, de lo que se trata es de adoptar las posiciones de la izquierda revolucionaria y las del populismo, para que la unidad de la izquierda se haga posible. Consecuentemente, se propuso y se acordó por aparte la constitución de una comisión para la unidad de la izquierda.

Tercer comentario. El balance electoral del PRD

El derrotismo campea en cada línea del documento aprobado por el Consejo Nacional del PRD. La parte introductoria concluye enfáticamente diciendo: “…esto no puede continuar. Hemos llegado a un límite. Los resultados electorales son evidentes”, aunque no hay una sola línea, un solo dato duro, sobre los resultados de las elecciones de junio de 2015.

Para los redactores del documento y para los consejeros nacionales que lo aprobaron, no merece mención alguna el hecho de que, en un contexto político negativo y en condiciones adversas, el PRD alcanzó su nivel de votos absolutos en las elecciones intermedias, incrementándolo con 100 mil sufragios; que el PRD mantuvo el tercer lugar a nivel nacional y rebasó con solvencia a Morena; que Silvano Aureoles triunfó en la gubernatura de Michoacán. Las victorias de mayoría que el perredismo logró en municipios (algunos tan importantes como Acapulco, Zihuatanejo, San Luis Potosí, Villahermosa), en  delegaciones y en distritos tanto federales como locales, no ameritan ni ponderación ni, mucho menos, reconocimiento alguno.

Si bien en el apartado final denominado “Medidas y acciones urgentes” inicia proponiendo que el pleno del Consejo Nacional debe iniciar con el balance integral del resultado electoral (cosa que no ocurrió), se insiste en el pesimismo al acotar dicho balance al diagnóstico organizativo en entidades en las que el PRD no alcanzó el 5% y a los errores en la definición de los candidatos.

Cuarto comentario. Los 9 puntos

Las medidas que propone el documento al que nos referimos, separadas en 9 puntos, comienzan postulando la adopción de una política radical, de contraste con el gobierno priista, para lo cual enarbola un programa de catorce puntos que, si fuera el caso, debieran ser enriquecidos o replanteados para lograr el objetivo enunciado.

Se plantea que el PRD debe acompañar, observar y verificar a sus gobiernos y se proponen diversas medias para la transparencia y contra la corrupción. Se propone la cancelación inmediata de la afiliación de quien se vea involucrado en actos de corrupción, sin tomar en cuenta que tal disposición ya existe en el Estatuto del PRD, particularmente en el artículo 252, adminiculado a los artículos 18, 181 y 250. En lugar de interrogarse sobre el porqué esta norma interna ha quedado sin aplicarse en aquellos casos particulares que lo hubiesen ameritado, se propone una idea que es  novedosa solo en apariencia, como ocurre en otros de los 9 puntos.

Sin clarificar los casos en que los grupos parlamentarios del PRD han sido comparsas del gobierno en turno, tanto los locales como los del Congreso de Unión, se establecen diversas medidas de control del voto de los legisladores y hasta de sus asistencias a las sesiones. Al respecto  sorprende que las áreas especializadas que existen en el CEN para tal fin no hayan adoptado en el pasado dichas medidas.

El impulso a una amplia política de alianzas se quedó apenas en la cita de un resolutivo del XIV Congreso Nacional.

Se reivindica la formación política y se propone la creación de una fundación con ese objetivo, sin considerar ni evaluar a los Institutos y a la Escuela que ya existen en el PRD, a saber: el Instituto Nacional de Investigación, Formación y Capacitación en Políticas Públicas y Gobierno (tan extenso nombre tiene), el Instituto Nacional de Formación Política y la Escuela Nacional de Cuadros.

Se retoma el tema de la trasparencia, se propone actualizar el Código de Ética Partidaria, que fue aprobado por cierto hace menos de un año, al tiempo que se propone dar más atribuciones a la Comisión de Ética del PRD, sin siquiera hacer un mínimo balance de sus actividades (por cierto, ¿qué ha hecho la dicha comisión?).

Se establece que la Dirección Nacional debe sustituir de inmediato a las direcciones estatales secuestradas por los gobiernos locales, sin precisar en qué estados ha sucedido ello. No se mencionan los casos de Chiapas o de Sonora, ni ningún otro, con lo cual la acusación queda en un nivel genérico.

Finalmente, aunque se plantea una autocrítica respecto a la deficiente comunicación social del PRD, no hay una auténtica explicación de porqué ocurre ello, si es por falta de recursos o por el descuido de los encargados de llevar a cabo esta tarea. Se acordó que el CEN, en los próximos 45 días debe aprobar  un manual de comunicación, lo que se agradecerá, pero no se explica el porqué ello no se hizo antes de o durante la campaña electoral.

Notas para el balance electoral [1]

El PRD resistió y mantuvo su nivel absoluto de voto duro y su posición electoral como principal partido de la izquierda mexicana. Incrementó sus votos en Oaxaca, Colima, Guerrero, Veracruz y obtuvo triunfos en Michoacán, Tabasco, Acapulco y Zihuatanejo, San Luis Potosí, seis delegaciones del DF.

Esto lo hizo en un contexto adverso (renuncia de ex líderes, la escisión de Morena, y la migración de cuadros que probaron fortuna en este partido y otros como el MC, el PT o el PRI).

Lo anterior se logró gracias al trabajo de la militancia y de muchos de sus candidatos, particularmente aquellos que lograron conectarse con los electores, al encabezar las causas que reflejan sus intereses.

Este logro del PRD que, vistas las condiciones desfavorables, puede y debe valorarse altamente, se obtuvo a la par de derrotas y saldos negativos de significación, como los resultados en el Distrito Federal, en el que el perredismo perdió su carácter mayoritario y fue desplazado al segundo lugar; la derrota en la elección de gobernador de Guerrero y una fuerte disminución de sus votos en Chiapas, el propio DF, Zacatecas, Jalisco, Estado de México y Baja California Sur. 

En lo que se refiere a la Ciudad de México, algunos de los factores que condicionaron un resultado negativo son, además del desgaste del clientelismo y de los liderazgos clientelares, ciertas decisiones del gobierno central tales como el incremento al precio del metro, el cierre y el escándalo de la Línea 12 del metro, la extensión del Hoy no Circula a los sábados, entre otras. Estas determinaciones de política pública afectaron a la población, la que en su momento emitió un voto de castigo contra el PRD, censurando a nuestro gobierno.

En el escenario adverso del DF, merecen especial reconocimiento los triunfos del PRD en 6 delegaciones, las que en su conjunto cuentan con la mayoría de la población capitalina. No es de omitirse el mencionar que cuatro de estas delegaciones son encabezadas por Nueva Izquierda en sus distintas expresiones: Coyoacán, Gustavo A. Madero, Iztacalco y Venustiano Carranza.

Vale decir que los perredistas que decidieron apoyar o participar en otros partidos como el MC, el PRI, el PT o el PES no le hicieron favor alguno al PRD, antes al contrario, se destacaron por sus campañas de odio contra el PRD y sus candidatos. Están fuera, son ex perredistas, el CEN tiene el deber de expulsarlos.

El balance electoral del PRD deberá profundizarse, realizarse no con lupa sino con microscopio, pasando de afirmaciones genéricas a las particularidades necesarias. El objetivo central del mismo es la comprensión por parte nuestra de los motivos y el mensaje que el electorado ha emitido mediante su voto, tanto a nuestro partido como al conjunto del sistema político.

Otro de los objetivos será el de la autocrítica necesaria para sacar las enseñanzas respecto al funcionamiento partidario. Particularmente, las áreas de la dirección nacional y de las direcciones estatales debieran informar, objetivamente, lo que se hizo, lo que no se hizo y lo que se hizo tardíamente.

El debate de las izquierdas y la estrategia 2018

La renuncia de López Obrador al PRD y el surgimiento de Morena, acompañada de otros acontecimientos, como la renuncia de Cuauhtémoc Cárdenas y la migración de cuadros ex perredistas a otros partidos, marcaron en su conjunto un punto de corte en el proceso de unidad de las izquierdas en México.

Un largo proceso unitario, que produjo el surgimiento del PRD, así como de diversas formas de alianzas políticas y electorales de las izquierdas, terminó con estas rupturas. A partir de ellas hemos entrado en una etapa de dispersión a la que debemos adaptar nuestra conducta. El viejo discurso de la unidad de las izquierdas debe ser sustituido por uno nuevo que, sin renunciar a tal aspiración, fragüe el proyecto de la izquierda del futuro.

El debate de las izquierdas en América Latina y en México confronta la disyuntiva entre la izquierda socialdemócrata y el populismo.

Carente de un proyecto legislativo y de reformas, el populismo de Morena tiene una cuenta regresiva que ve en el 2018 su tercera y última oportunidad de acceder a la Presidencia de la República para, desde ella, impulsar las nebulosas transformaciones que propone. Organizado como el partido de un solo hombre, esa organización está hecha para apostar a esa única coyuntura y se encuentra limitada a la misma hasta por razones de edad y de ciclo biológico.

El socialismo democrático se identifica con una izquierda reformista, responsable, con propuestas para los nuevos fenómenos sociales, en tanto que el populismo es una política carente de bases ideológicas, las que se sustituyen con tintes mesiánicos.

La izquierda socialdemócrata está obligada a apostar al futuro, a ofrecer respuestas que abran nuevo horizontes a los problemas de la sociedad actual, inmersa en la globalidad y en la nueva revolución de las tecnologías de la información y la comunicación. Particularmente debe aportar nuevas respuestas para mejorar la calidad de vida de la población, la eficacia de las instituciones públicas, la generación de políticas públicas que hagan posibles nuevas formas de producción, de consumo, de transporte, acordes al avance de las tecnologías, y capaces de asegurar el pleno empleo, en una economía ambientalmente responsable.

A la vez, tendrá que disponer programáticamente (y prácticamente ahí donde es gobierno) de un ajuste de cuentas con las inercias del sistema político mexicano que han trascendido la alternancia: la corrupción de los políticos, la burocracia ineficaz, la colusión de funcionarios y empresarios con el crimen organizado.

Para que el PRD se asuma como socialista y demócrata no hace falta que cambie de nombre y de emblema, los cuales están instalados en los genes del sistema político mexicano y, lo que es más importante, se ubican como marca con fuerza en el imaginario de los electores, tanto jóvenes como adultos. Además, no se trata de renunciar a nuestras raíces, sino de convertirnos en la izquierda que piensa y actúa con visión de futuro.

La estrategia 2018 del PRD debe poner el acento en el posicionamiento de una izquierda identificada con el socialismo democrático.

En tal sentido y sin abandonar el discurso de unidad de las izquierdas, el PRD no debe temer a la posibilidad de afrontar el 2018 con una candidatura presidencial propia, distinta de la del populismo, acompañada de un esquema de alianzas que incluya a otros partidos y privilegie la incorporación de organizaciones sociales y de personalidades externas.



[1] Una versión de los dos siguientes apartados se incluyó en el documento “Datos duros para el balance electoral del PRD”, presentado por el autor en la Reunión Nacional de Nueva Izquierda realizada los días 26 y 27 de junio de 2015.