Por: Rafael Hernández Estrada
15/agosto/2015
En el más reciente pleno del
Consejo Nacional del PRD, realizado los días 7 y 8 de agosto de 2015, la
mayoría de los consejeros nacionales aprobó el documento “Propuestas para
fortalecer al PRD”. En el marco de la discusión del mismo, el presidente nacional
del PRD puso a disposición su cargo. Sin dejar de reconocer esta actitud, que
ha cimbrado al partido, van aquí algunos comentarios críticos, de mi estricta
responsabilidad personal, al documento aprobado.
Primer comentario. El Pacto por México
El documento parte de afirmar que
la inconformidad ciudadana contra el sistema político se expresó en las recientes
elecciones, doliéndose de que, en lugar de capitalizar dicha inconformidad, el
PRD fue su víctima, al quedar identificado como parte del mismo. Esta posición,
contenida en los primeros párrafos del documento que se comenta, se fundamenta
en el juicio que se expresa en los párrafos subsiguientes, cuando se afirma que
la participación del PRD en el Pacto por México “generó confusión en el
electorado de izquierda” lo que, junto con “prácticas y lastres de la vida
interna” nos identificó, dice el documento, “como si fuéramos lo mismo que los
otros partidos defensores de este podrido estado de cosas”.
Hasta el momento de aprobar este
documento, el discurso de la mayoría del PRD y de Nueva Izquierda respecto del
Pacto por México era el de defender sus suscripción y reclamar su cumplimiento
a los otros actores del mencionado mecanismo. De hecho, en su momento se
denunció que el gobierno priista y el PAN se apartaron del contenido del Pacto
al consumar de la reforma energética privatizadora, lo que originó su ruptura.
En contraposición con este
discurso, el documento aprobado, da un serio revés a las ideas sobre el papel y
las responsabilidades de una izquierda moderna, reformadora.
Segundo comentario. La división de la izquierda
El documento que se comenta se
duele de que, a causa de la división de la izquierda, el PRI haya obtenido la
mayoría de los cargos de elección popular, señalando que tal división constituye
“uno de los elementos de la crisis política del campo democrático y
progresista”. A continuación, dado que se prevé que el fenómeno de la protesta
social se profundizará en 2018, se dictamina que “el PRD debe formar parte de
la exigencia de un cambio verdadero”
del país, retomando sin recato una formulación de la declaración de principios
y de los estatutos de Morena.
No se aporta en el documento
crítica alguna a los demás actores políticos acerca de esta división de la
izquierda, como por cierto sí lo hizo el presidente nacional, Carlos Navarrete,
en su discurso inaugural ante el pleno: la responsabilidad de AMLO al crear
Morena para escindir al PRD, los perredistas que fueron candidatos de otros
partidos, así como el discurso de campaña furibundamente antiperredista con el
que se identificaron y que se concentró en el señalamiento de traición por la firma
del Pacto por México.
El documento en cuestión y los
consejeros nacionales que lo aprobaron asumieron la división de la izquierda
como un error propio del PRD, error que éste debe corregir. Para ello se
postula como una primera medida el “ser un partido de firme oposición”, de
contraste nítido y contundente con el oficialismo priísta. Al parecer, aunque
no se diga explícitamente, de lo que se trata es de adoptar las posiciones de
la izquierda revolucionaria y las del populismo, para que la unidad de la
izquierda se haga posible. Consecuentemente, se propuso y se acordó por aparte la
constitución de una comisión para la unidad de la izquierda.
Tercer comentario. El balance electoral del PRD
El derrotismo campea en cada
línea del documento aprobado por el Consejo Nacional del PRD. La parte
introductoria concluye enfáticamente diciendo: “…esto no puede continuar. Hemos
llegado a un límite. Los resultados electorales son evidentes”, aunque no hay
una sola línea, un solo dato duro, sobre los resultados de las elecciones de
junio de 2015.
Para los redactores del documento
y para los consejeros nacionales que lo aprobaron, no merece mención alguna el
hecho de que, en un contexto político negativo y en condiciones adversas, el
PRD alcanzó su nivel de votos absolutos en las elecciones intermedias,
incrementándolo con 100 mil sufragios; que el PRD mantuvo el tercer lugar a
nivel nacional y rebasó con solvencia a Morena; que Silvano Aureoles triunfó en
la gubernatura de Michoacán. Las victorias de mayoría que el perredismo logró
en municipios (algunos tan importantes como Acapulco, Zihuatanejo, San Luis
Potosí, Villahermosa), en delegaciones y
en distritos tanto federales como locales, no ameritan ni ponderación ni, mucho
menos, reconocimiento alguno.
Si bien en el apartado final
denominado “Medidas y acciones urgentes” inicia proponiendo que el pleno del
Consejo Nacional debe iniciar con el balance integral del resultado electoral
(cosa que no ocurrió), se insiste en el pesimismo al acotar dicho balance al
diagnóstico organizativo en entidades en las que el PRD no alcanzó el 5% y a
los errores en la definición de los candidatos.
Cuarto comentario. Los 9 puntos
Las medidas que propone el
documento al que nos referimos, separadas en 9 puntos, comienzan postulando la
adopción de una política radical, de contraste con el gobierno priista, para lo
cual enarbola un programa de catorce puntos que, si fuera el caso, debieran ser
enriquecidos o replanteados para lograr el objetivo enunciado.
Se plantea que el PRD debe
acompañar, observar y verificar a sus gobiernos y se proponen diversas medias
para la transparencia y contra la corrupción. Se propone la cancelación
inmediata de la afiliación de quien se vea involucrado en actos de corrupción,
sin tomar en cuenta que tal disposición ya existe en el Estatuto del PRD,
particularmente en el artículo 252, adminiculado a los artículos 18, 181 y 250.
En lugar de interrogarse sobre el porqué esta norma interna ha quedado sin
aplicarse en aquellos casos particulares que lo hubiesen ameritado, se propone
una idea que es novedosa solo en
apariencia, como ocurre en otros de los 9 puntos.
Sin clarificar los casos en que
los grupos parlamentarios del PRD han sido comparsas del gobierno en turno,
tanto los locales como los del Congreso de Unión, se establecen diversas medidas
de control del voto de los legisladores y hasta de sus asistencias a las
sesiones. Al respecto sorprende que las
áreas especializadas que existen en el CEN para tal fin no hayan adoptado en el
pasado dichas medidas.
El impulso a una amplia política
de alianzas se quedó apenas en la cita de un resolutivo del XIV Congreso
Nacional.
Se reivindica la formación
política y se propone la creación de una fundación con ese objetivo, sin
considerar ni evaluar a los Institutos y a la Escuela que ya existen en el PRD,
a saber: el Instituto Nacional de Investigación, Formación y Capacitación en
Políticas Públicas y Gobierno (tan extenso nombre tiene), el Instituto Nacional
de Formación Política y la Escuela Nacional de Cuadros.
Se retoma el tema de la trasparencia,
se propone actualizar el Código de Ética Partidaria, que fue aprobado por
cierto hace menos de un año, al tiempo que se propone dar más atribuciones a la
Comisión de Ética del PRD, sin siquiera hacer un mínimo balance de sus
actividades (por cierto, ¿qué ha hecho la dicha comisión?).
Se establece que la Dirección
Nacional debe sustituir de inmediato a las direcciones estatales secuestradas
por los gobiernos locales, sin precisar en qué estados ha sucedido ello. No se
mencionan los casos de Chiapas o de Sonora, ni ningún otro, con lo cual la
acusación queda en un nivel genérico.
Finalmente, aunque se plantea una
autocrítica respecto a la deficiente comunicación social del PRD, no hay una
auténtica explicación de porqué ocurre ello, si es por falta de recursos o por
el descuido de los encargados de llevar a cabo esta tarea. Se acordó que el
CEN, en los próximos 45 días debe aprobar un manual de comunicación, lo que se
agradecerá, pero no se explica el porqué ello no se hizo antes de o durante la campaña
electoral.
El PRD resistió y mantuvo su
nivel absoluto de voto duro y su posición electoral como principal partido de
la izquierda mexicana. Incrementó sus votos en Oaxaca, Colima, Guerrero,
Veracruz y obtuvo triunfos en Michoacán, Tabasco, Acapulco y Zihuatanejo, San
Luis Potosí, seis delegaciones del DF.
Esto lo hizo en un contexto
adverso (renuncia de ex líderes, la escisión de
Morena, y la migración de cuadros que probaron fortuna en este partido y otros
como el MC, el PT o el PRI).
Lo anterior se logró gracias al
trabajo de la militancia y de muchos de sus candidatos, particularmente
aquellos que lograron conectarse con los electores, al encabezar las causas que
reflejan sus intereses.
Este logro del PRD que, vistas
las condiciones desfavorables, puede y debe valorarse altamente, se obtuvo a la
par de derrotas y saldos negativos de significación, como los resultados en el
Distrito Federal, en el que el perredismo perdió su carácter mayoritario y fue
desplazado al segundo lugar; la derrota en la elección de gobernador de
Guerrero y una fuerte disminución de sus votos en Chiapas, el propio DF,
Zacatecas, Jalisco, Estado de México y Baja California Sur.
En lo que se refiere a la Ciudad
de México, algunos de los factores que condicionaron un resultado negativo son,
además del desgaste del clientelismo y de los liderazgos clientelares, ciertas
decisiones del gobierno central tales como el incremento al precio del metro,
el cierre y el escándalo de la Línea 12 del metro, la extensión del Hoy no
Circula a los sábados, entre otras. Estas determinaciones de política pública
afectaron a la población, la que en su momento emitió un voto de castigo contra
el PRD, censurando a nuestro gobierno.
En el escenario adverso del DF, merecen
especial reconocimiento los triunfos del PRD en 6 delegaciones, las que en su
conjunto cuentan con la mayoría de la población capitalina. No es de omitirse
el mencionar que cuatro de estas delegaciones son encabezadas por Nueva
Izquierda en sus distintas expresiones: Coyoacán, Gustavo A. Madero, Iztacalco
y Venustiano Carranza.
Vale decir que los perredistas
que decidieron apoyar o participar en otros partidos como el MC, el PRI, el PT
o el PES no le hicieron favor alguno al PRD, antes al contrario, se destacaron
por sus campañas de odio contra el PRD y sus candidatos. Están fuera, son ex
perredistas, el CEN tiene el deber de expulsarlos.
El balance electoral del PRD
deberá profundizarse, realizarse no con lupa sino con microscopio, pasando de
afirmaciones genéricas a las particularidades necesarias. El objetivo central
del mismo es la comprensión por parte nuestra de los motivos y el mensaje que
el electorado ha emitido mediante su voto, tanto a nuestro partido como al
conjunto del sistema político.
Otro de los objetivos será el de
la autocrítica necesaria para sacar las enseñanzas respecto al funcionamiento
partidario. Particularmente, las áreas de la dirección nacional y de las
direcciones estatales debieran informar, objetivamente, lo que se hizo, lo que
no se hizo y lo que se hizo tardíamente.
El debate de las
izquierdas y la estrategia 2018
La renuncia de López Obrador al
PRD y el surgimiento de Morena, acompañada de otros acontecimientos, como la
renuncia de Cuauhtémoc Cárdenas y la migración de cuadros ex perredistas a
otros partidos, marcaron en su conjunto un punto de corte en el proceso de
unidad de las izquierdas en México.
Un largo proceso unitario, que
produjo el surgimiento del PRD, así como de diversas formas de alianzas
políticas y electorales de las izquierdas, terminó con estas rupturas. A partir
de ellas hemos entrado en una etapa de dispersión a la que debemos adaptar
nuestra conducta. El viejo discurso de la unidad de las izquierdas debe ser
sustituido por uno nuevo que, sin renunciar a tal aspiración, fragüe el
proyecto de la izquierda del futuro.
El debate de las izquierdas en
América Latina y en México confronta la disyuntiva entre la izquierda socialdemócrata
y el populismo.
Carente de un proyecto
legislativo y de reformas, el populismo de Morena tiene una cuenta regresiva
que ve en el 2018 su tercera y última oportunidad de acceder a la Presidencia
de la República para, desde ella, impulsar las nebulosas transformaciones que
propone. Organizado como el partido de un solo hombre, esa organización está
hecha para apostar a esa única coyuntura y se encuentra limitada a la misma
hasta por razones de edad y de ciclo biológico.
El socialismo democrático se
identifica con una izquierda reformista, responsable, con propuestas para los
nuevos fenómenos sociales, en tanto que el populismo es una política carente de
bases ideológicas, las que se sustituyen con tintes mesiánicos.
La izquierda socialdemócrata está
obligada a apostar al futuro, a ofrecer respuestas que abran nuevo horizontes a
los problemas de la sociedad actual, inmersa en la globalidad y en la nueva
revolución de las tecnologías de la información y la comunicación.
Particularmente debe aportar nuevas respuestas para mejorar la calidad de vida
de la población, la eficacia de las instituciones públicas, la generación de
políticas públicas que hagan posibles nuevas formas de producción, de consumo,
de transporte, acordes al avance de las tecnologías, y capaces de asegurar el
pleno empleo, en una economía ambientalmente responsable.
A la vez, tendrá que disponer
programáticamente (y prácticamente ahí donde es gobierno) de un ajuste de
cuentas con las inercias del sistema político mexicano que han trascendido la
alternancia: la corrupción de los políticos, la burocracia ineficaz, la colusión
de funcionarios y empresarios con el crimen organizado.
Para que el PRD se asuma como
socialista y demócrata no hace falta que cambie de nombre y de emblema, los
cuales están instalados en los genes del sistema político mexicano y, lo que es
más importante, se ubican como marca con fuerza en el imaginario de los
electores, tanto jóvenes como adultos. Además, no se trata de renunciar a
nuestras raíces, sino de convertirnos en la izquierda que piensa y actúa con
visión de futuro.
La estrategia 2018 del PRD debe
poner el acento en el posicionamiento de una izquierda identificada con el
socialismo democrático.
En tal sentido y sin abandonar el
discurso de unidad de las izquierdas, el PRD no debe temer a la posibilidad de
afrontar el 2018 con una candidatura presidencial propia, distinta de la del
populismo, acompañada de un esquema de alianzas que incluya a otros partidos y
privilegie la incorporación de organizaciones sociales y de personalidades
externas.
[1]
Una versión de los dos siguientes apartados se incluyó en el documento “Datos
duros para el balance electoral del PRD”, presentado por el autor en la Reunión
Nacional de Nueva Izquierda realizada los días 26 y 27 de junio de 2015.
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