lunes, 8 de octubre de 2018

ESTADO DE INTEMPERANCIA


Por: Rafael Hernández Estrada
25/septiembre/2018

Los excesos verbales que utilizan algunos intelectuales, ligados a Morena y al Presidente electo, para referirse a quienes disienten de sus posturas, se califican por algunos de sus críticos como muestras de intolerancia. Para mí, tal actitud manifiesta más que nada un estado de intemperancia.

La intemperancia se define como la falta de temple, como desmesura y ausencia de sobriedad. En el momento actual del pejismo, éste no parece asimilar su carácter de grupo en poder, con las responsabilidades inherentes a su nueva circunstancia. Como se ha dicho coloquialmente, no es lo mismo ser el borracho que ser el cantinero.

La intolerancia implica la existencia de un proyecto desde el cual se desprecia, se desvaloriza e, incluso, se ataca a las posturas distintas o adversas al mismo. ¿Es el caso actual del movimiento morenista? ¿Cuál es el proyecto desde el que se anatemiza a los oponentes? Tenemos una frase, “la Cuarta Transformación” anunciada con bombo y platillo, pero muchas indefiniciones, ambigüedades, contradicciones y aun retractaciones respecto de su contenido. 

En orden de importancia, tomemos como ejemplo la amnistía, comunicada como una medida central para restablecer la concordia y la paz en el país y que, con el paso de los meses se ha ido diluyendo: que si estaba dirigida a los gobernantes salientes, para asegurar el respeto a la voluntad popular y una transición de gobierno tranquila; que si incluía o no a los capos del crimen organizado; que si correspondía otorgarla al gobierno entrante, al Congreso o a las víctimas (que la han rechazado de plano), o que se orientaba a beneficiar a tres conjuntos de presos por delitos contra la salud: campesinos productores de la materia prima de los enervantes, jóvenes consumidores y mujeres involucradas en el trasiego de drogas (postura ésta que muchos compartimos, junto con la regulación de las drogas, como parte de una nueva estrategia de seguridad humana). Andrés Manuel López Obrador y los distintos actores de su futuro gobierno se contradicen, mudan de opinión, incurren en vaguedades en este tema, en tanto que la mayoría legislativa de Morena, en funciones desde el primero de septiembre, no atina a presentar ni una iniciativa al respecto.

Igual sucede con otros temas trascendentes como la ya olvidada Guardia Nacional, la abrogación de la reforma energética, la reducción del precio de las gasolinas y de los salarios de los altos funcionarios públicos (tema en el cual la mayoría morenista en la Cámara de Diputados ha producido un enredo monumental), la libertad de expresión y los medios de comunicación, la mudanza de las secretarías de Estado, la anulación de los exámenes de ingreso a las universidades públicas, la construcción del nuevo aeropuerto y otros temas que el propio AMLO había anunciado como centrales en su proyecto. 

Quizás quedan indemnes algunas propuestas particulares, cuestiones que, si bien tienen su importancia, no son definitorias de un proyecto nacional.

Mientras las expectativas de un auténtico proyecto alternativo se van diluyendo con el paso de los meses, los intelectuales orgánicos del pejismo recrudecen sus ataques, descalificaciones y hasta insultos contra los disidentes de la nueva mayoría. Al carecer de un punto de partida firme, su incontinencia verbal expresa un estado de intemperancia, desde el que muestran su falta de templanza, de sobriedad y moderación.