Por: Rafael Hernández Estrada
25/septiembre/2018
Los excesos verbales que utilizan algunos intelectuales,
ligados a Morena y al Presidente electo, para referirse a quienes disienten de
sus posturas, se califican por algunos de sus críticos como muestras de
intolerancia. Para mí, tal actitud manifiesta más que nada un estado de
intemperancia.
La intemperancia se define como la falta de temple, como desmesura
y ausencia de sobriedad. En el momento actual del pejismo, éste no parece asimilar
su carácter de grupo en poder, con las responsabilidades inherentes a su nueva circunstancia.
Como se ha dicho coloquialmente, no es lo mismo ser el borracho que ser el
cantinero.
La intolerancia implica la existencia de un proyecto desde
el cual se desprecia, se desvaloriza e, incluso, se ataca a las posturas
distintas o adversas al mismo. ¿Es el caso actual del movimiento morenista? ¿Cuál
es el proyecto desde el que se anatemiza a los oponentes? Tenemos una frase,
“la Cuarta Transformación” anunciada con bombo y platillo, pero muchas
indefiniciones, ambigüedades, contradicciones y aun retractaciones respecto de
su contenido.
En orden de importancia, tomemos como ejemplo la amnistía, comunicada
como una medida central para restablecer la concordia y la paz en el país y
que, con el paso de los meses se ha ido diluyendo: que si estaba dirigida a los
gobernantes salientes, para asegurar el respeto a la voluntad popular y una
transición de gobierno tranquila; que si incluía o no a los capos del crimen organizado;
que si correspondía otorgarla al gobierno entrante, al Congreso o a las
víctimas (que la han rechazado de plano), o que se orientaba a beneficiar a tres
conjuntos de presos por delitos contra la salud: campesinos productores de la materia
prima de los enervantes, jóvenes consumidores y mujeres involucradas en el
trasiego de drogas (postura ésta que muchos compartimos, junto con la
regulación de las drogas, como parte de una nueva estrategia de seguridad
humana). Andrés Manuel López Obrador y los distintos actores de su futuro
gobierno se contradicen, mudan de opinión, incurren en vaguedades en este tema,
en tanto que la mayoría legislativa de Morena, en funciones desde el primero de
septiembre, no atina a presentar ni una iniciativa al respecto.
Igual sucede con otros temas trascendentes como la ya
olvidada Guardia Nacional, la abrogación de la reforma energética, la reducción
del precio de las gasolinas y de los salarios de los altos funcionarios
públicos (tema en el cual la mayoría morenista en la Cámara de Diputados ha
producido un enredo monumental), la libertad de expresión y los medios de
comunicación, la mudanza de las secretarías de Estado, la anulación de los
exámenes de ingreso a las universidades públicas, la construcción del nuevo aeropuerto
y otros temas que el propio AMLO había anunciado como centrales en su proyecto.
Quizás quedan indemnes algunas propuestas particulares,
cuestiones que, si bien tienen su importancia, no son definitorias de un
proyecto nacional.
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