El Cincel
A
despecho de los anuncios presidenciales de transformación del modelo económico,
sigue instalado en el país el capitalismo de cuates, cuyas raíces se
remontan a una añeja historia de corrupción gubernamental. Así lo evidencian
la cena que el Presidente de la República ofreció el 12 de febrero en Palacio
Nacional a los más grandes empresarios del país, la instauración del
llamado Consejo Asesor Empresarial pero, sobre todo, el que un 86% de las
contrataciones del sector público se realicen burlando la ley que obliga a
que se sujeten al resultado de la licitación pública.
El
concepto de capitalismo de cuates ha sido desarrollado por economistas de la
talla del Premio Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz. El crony capitalism (capitalismo de
amigos) al que éste y otros estudiosos se refirieren, da cuenta de prácticas
que conceden ventajas indebidas a ciertos agentes económicos sobre los demás. No
se trata de políticas públicas que creen condiciones generales para atraer las
inversiones, sino de acciones de influyentismo que vulneran la
competencia económica en favor de empresas seleccionadas por el gobierno con
criterios de amistad, complicidad o corrupción.
Tales
prácticas no son nuevas en México. Se remontan a la era
posrevolucionaria, a la del modelo de sustitución de importaciones y están
presentes en la etapa neoliberal. Las privatizaciones de empresas que eran de
propiedad gubernamental en los años 80 y 90 se guiaron por esta premisa,
originando monopolios privados protegidos durante décadas, como el del servicio
telefónico, cuya propiedad quedó en manos de Carlos Slim. Durante el gobierno
de Ernesto Zedillo, así se orientó la privatización de las carreteras y de la
red ferroviaria. La alternancia no alteró tal práctica, pues es conocido el
favoritismo con el que los gobiernos panistas entregaron la propiedad de
Mexicana de Aviación al Grupo Posadas, entre otros negros antecedentes
documentados en su tiempo por los medios de comunicación.
No
son la transparencia y una regulación clara sino la discrecionalidad, la que
campea en esa práctica, que se caracteriza porque los empresarios cercanos a
las autoridades reciben favores tan importantes que sedimentaron algunas de las
fortunas más grandes del planeta.
Los
mismos empresarios favorecidos en los sexenios anteriores se enlistan
entre quienes fueron convidados a cenar tamales de chipilín en Palacio
Nacional. Sus más distinguidos representantes forman parte del llamado Consejo
Asesor Empresarial, comenzando por el Jefe de la Oficina Presidencial, Alfonso
Romo. Televisa, TV Azteca, Hank Rohn del Grupo Banorte, el dueño de Interjet
Miguel Alemán, entre otros, constituyen el organismo que se reúne en privado
con el Presidente en Palacio Nacional (¿cómo era aquello de “separar el poder
político del poder económico”?).
A
pesar de que el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 dice expresamente que la
lucha contra la corrupción iniciará con prohibir la adjudicación directa de los
contratos del sector público, la práctica del capitalismo de cuates del
gobierno de la 4T está desbordada: el 86% de los contratos del gobierno se
han hecho eludiendo la licitación pública.
Efectivamente,
una reciente investigación de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad da
cuenta de que en 2019, el 78% de los contratos del gobierno se hizo mediante
adjudicación directa, en tanto que otro 8% se realizó mediante invitación
restringida a empresas seleccionadas previamente por el mismo gobierno. A esto debe
añadirse el que las contrataciones se han centralizado en la Ciudad de México, excluyendo
a los contratistas locales en aras de los favorecidos por la cúpula gobernante.
Cincelada: en lugar de lamentar el dolor de los deudos,
la orfandad de sus hijos, el asesinato de Samir Flores, el Presidente se duele
de que se afectó su fama.