Antes,
se decía que el reo condenado a muerte estaba “en capilla” desde que le
notificaban la condena, hasta su ejecución. Tal parece la circunstancia del
Estado Laico en nuestro país que, de un tiempo para acá, sufre embates
constantes ya no a manos de sus malquerientes históricos (el alto clero de la
iglesia católica y los ideólogos conservadores), sino a cargo de funcionarios
públicos que, al jurar la Constitución mexicana, le prometieron fidelidad.
Son
reiteradas las anécdotas de legisladores locales que contratan la bendición de
sus oficinas ubicadas en inmuebles públicos, de presidentes municipales que
toman protesta con ritos evangélicos, de alcaldes que “entregan” su ciudad a
Jesucristo. El gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, homenajeó a la Virgen
de Guadalupe con una misa impartida en el mismísimo Palacio de Gobierno. Desplantes
similares, con múltiples referencias bíblicas y al catecismo, son protagonizados
en forma cotidiana por diputados federales, mayormente del partido Morena y de
las organizaciones que conforman su coalición.
Insistente
en conductas de ésta índole, el Presidente de la República Andrés Manuel López
Obrador habla de pecados, de asistencia a misa, identifica los valores de la
sociedad con los de la cristiandad y anuncia que los plasmará en una
“constitución moral”. Mientras portaba la Banda Presidencial, recibió en sus
manos la cruz católica y, recientemente, anunció que está estudiando el
otorgamiento de concesiones de radio y televisión a las iglesias, “para que
difundan sus valores”.
Todo esto
es contrario a lo dispuesto por el artículo 40 de la Constitución, que dice que
la República es representativa, democrática, laica y federal, además de
que viola los artículos 24 y 130 de la misma Carta Magna, que disponen la
libertad de creencias y la separación entre la iglesia y el Estado.
La ley
de la materia, que es la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, contiene el proceso sancionador de las
infracciones en que incurran las asociaciones religiosas y los ministros de
culto, pero es omisa en cuanto a las infracciones que en esta materia cometan
los servidores públicos. Esta es una laguna legal que es urgente que se remedie,
de modo que se consolide y fortalezca la laicidad como sustancia del quehacer
estatal.
Sería
bueno que el Poder Legislativo alzara la bandera del Estado Laico y lo salvaguardara
de tantos ataques. Para ello, debería reformar la Ley para regular las
infracciones que, en esta materia, cometan los servidores públicos y las
sanciones a que se hagan acreedores.
¿Qué
infracciones de los servidores públicos deben ser tipificadas? Entre otras, el
convertir un acto religioso en reunión de carácter político u oficial; el
concurrir con carácter oficial a eventos públicos de culto religioso; el
convocar, organizar o participar en eventos de culto religioso en inmuebles
destinados al servicio público; el fundamentar o motivar decisiones, acuerdos,
oficios o resoluciones que emita, en su carácter de servidor público, en
conceptos o referencias de tipo religioso o alusiones a la divinidad; el
condicionar la prestación de servicios públicos a la pertenencia de los
usuarios a algún credo religioso y el promover alguna o algunas creencias
religiosas como religión o moral oficial del Estado o de alguna demarcación
territorial.
También
se debiera establecer en la Ley el procedimiento sancionador a servidores
públicos por tales infracciones, iniciando con una queja que pueda ser
interpuesta por cualquier ciudadano. La autoridad administrativa sería la
encargada de resolverla e imponer, si fuera el caso, sanciones que irían desde
la amonestación hasta las multas y la destitución, según la gravedad de la
infracción. Tal resolución administrativa podría ser apelada para la revisión
de su legalidad y constitucionalidad por un Tribunal, el que dictaría la última
palabra.
El
Estado Laico es la garantía de la libertad de conciencia y de la libertad de
creencias, que son la base de la democracia. Su vigencia cabal amerita una esforzada
defensa por parte de todos los que aspiran a un país en paz y que reconocen a la
pluralidad y a la tolerancia como los valores esenciales de la convivencia
social.
Twitter: @rafaelhdeze
Así es tristemente , pero efectivamente ahora muchos políticos toman lo que les conviene de las religiones para lograr sus ambicios intereses personales intereses.
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