lunes, 6 de abril de 2020

El presidente en su soliloquio

El Cincel

El espectáculo de giras presidenciales, mañaneras y hasta "informes al pueblo" en plena emergencia sanitaria no se detiene. Enmedio de una recesión que se convierte rapidamente en crisis (depresión económica, le dicen los economistas), la inseguridad en permanente ascenso y la imparable violencia de género, el Presidente ha mostrado poca capacidad y disposición para reinventar su  liderazgo y adecuarlo a los enormes retos del México que le tocó gobernar.


Días atrás, Leo Zuckerman sustuvo en un artículo que la gira presidencial por Baja California y Sinaloa del fin de semana anterior fue un “exitazo” para López Obrador, pues impuso su agenda del debate público por encima de la epidemia de Covid-19. Dijo que nadie monta espectáculos como él y que mantiene entretenida a la gente en estos tiempos de crisis sanitaria y económica.

El analista sostiene que el titular del Ejecutivo conserva la genialidad comunicacional que lo sacó a flote de situaciones adversas hasta encumbrarlo con el triunfo que lo llevó a la Presidencia. Tal es la valoración de no pocos intelectuales y comentaristas y esa es la que priva en el círculo íntimo del gobierno y en la cúpula de Morena.

Sin embargo, un balance más equilibrado muestra error tras error, sobre todo en la última semana. La gira por el noreste la hizo en abierto desacato de los Acuerdos que el Consejo de Salubridad General y la Secretaría de Salud emitieron declarando la emergencia; la entrega de obras minúsculas, propias de un gobierno municipal, presentándolas como si se tratara de grandes obras de infraestructura; el pronunciamiento contra las energías renovables (llamó despectivamente ventiladores a los campos eólicos); el trato deferente a la madre del Chapo Guzmán, presentando una acción fríamente calculada como si se hubiera tratado de una cortesía casual. A ello le siguieron su frase de que la pandemia y la crisis económica le vinieron “como anillo al dedo”, la extinción de decenas de fideicomisos, la “devolución” de los tiempos oficiales a las concesionarias de radio y televisión y, para rematar, el “informe al pueblo” en un patio desolado.

Tales lances evidencian que en López Obrador late una desesperación por el descenso de su popularidad en las encuestas de opinión. Acostumbrado a dominar la discusión pública, se muestra iracundo e impaciente porque en las semanas y meses recientes se han impuesto asuntos que escapan a su control. Los primero atisbos de lo anterior fueron sus reacciones ante la denuncia del caso Servidores de la Nación y el emplazamiento que el INE le dirigió. Luego el "culiacanazo", por cuyas críticas trastabilló, seguido del desabasto de medicamentos. A principios del año que corre, los saldos de la recesión económica y los de la violencia incontenible no encontraron de su equipo más que un tímido control de daños, después fue rebasado por las protestas feministas y luego por la pandemia.
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Con el paso del tiempo, los recurrentes chistoretes y las frases hechas, repetidas hasta el cansancio, se han desgastado y resultan cada vez más anticlimáticas. Lo que antes presumía como "diálogo circular" se trasmutó en un monólogo en el que el personaje reflexiona en voz alta y a solas, a manera de diálogo consigo mismo. Un soliloquio, pues.

A la luz de promesas incumplidas, develadas su falta de plan de gobierno, la improvisación y la ineptitud de su gabinete, igual que la de buena parte de los gobernantes emanados de su partido, el presidente enfrenta la que será una de las peores crisis de la historia nacional.

¿Será capaz López Obrador de reinventar su liderazgo frante a la crisis mútiple que se cierne sobre México? ¿O seguirá en su ininterrumpida campaña electoral?

Cincelada: dijo en su informe que "son tiempos de entereza", pero la única que se vio fue la del cadete a su lado, quien soportó a pie firme el vendaval de lugares comunes.


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